martes, 2 de septiembre de 2008

Era inútil continuar con ello.
Era inútil que él continuara con ello.
Por más que lo intentaba. Nada.


Rufus seguía dormirdo. Y desnudo. Con una gran erección.
Y yo, arropado con unas mantas que encontramos ese mismo día en un contenedor de esos amarrillos. De envases. Yo arropado con unas mantas de color verde desteñido, no paraba de mirar su enorme pene erecto.
Rufus no estaba arropado. Rufus seguía dormido. O al menos eso era lo que parecía. Parecía que lleva dormido desde hacía ya tres horas. Y desde hacía ya tres horas tenía el pene duro y en alto. Y aún había más.

Y yo pensaba que, joder. Pensaba que por qué cojones, después de tres horas todavía no había finalizado con su tarea. Y yo pensaba qué, joder, cómo cojones se podía hacer aquello dormido. O al menos eso era lo que parecía. Que estaba dormido.

Y nada. No paraba. No se rendía. Allí seguía.
Y yo llevaba tres horas despierto. No podía dormirme. Y no podía dejar de mirar aquello.
Rufus continuaba allí tirado. Esta vez estábamos en unos sótanos a las afueras del noroeste de la ciudad. En unos sótanos en los cuales todo eran pubs y tiendas de bricolaje que al parecer llevaban cerradas bastantes años. Rufus seguía allí desnudo. Con su enorme erección.
Y no había manera.

Llevaba tres horas dormido y masturbándose. Masturbándose con intensidad. Y, joder, todavía no se había corrido.
Y a mí me daba mucha rabia, coño. Menudo espéctaculo.
Rufus con un gesto de recién nacido durmiendo acurrucado en los pechos de su madre, mientras se masturba y se masturbaba. Y nada. No se corría.
Y yo quería que se corriera de una vez.


Rufus me dijo un día: No, no. No es cuestión de que tú creas que alfinal lo vas conseguir, Chuck. Es cuestión de que te olvides de todo, y te concentres en tu ardua tarea. Dale que dale. Dale que dale. De eso es cuestión.

Sí joder, eso fue lo que me dijo.

No hay comentarios: