Rufus me miró con detenimiento. Con una pequeña sonrisa dibujada en su grave, amable e inteligente rostro.
Y entonces...
me abrazó.
Me abrazó lo más fuerte que pudo, pero de la forma más maravillosa que nadie podría hacerlo.
Me abrazó. Y me dijo:
-La eternidad tiene fin.
Me apretó contra su cálido cuerpo y me dijo:
-La eternidad dura tan solo unos segundos.
Y yo no sabía qué hacer. Simplemente dejé de sentir, y me perdí en la inmensidad de su voz, de su sabiduría, de su cuerpo.
"Es mentira. La eternidad no es eterna."
viernes, 29 de febrero de 2008
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